07.- COSTUMBRES
En
Talavera la Vieja no todo eran restos de antiguas construcciones. Existía una forma
de vida, unas costumbres, unas leyendas… en definitiva un entorno cultural, que
aún hoy son recordados por sus habitantes con gran detalle y precisión.
Ha
sido tío Domingo el que, en este sentido, nos ha hecho más aportaciones.
Mientras continúa tejiendo su red de pescar nos habla de las costumbres que había
en Talavera la Vieja, nos cuenta chismes, visitas, momentos inolvidables…
Relata
que en 1921 el rey Alfonso XIII, acompañado por el Duque de Peñaranda, Duque de
Alba, las Duquesas y séquito, fueron de cacería a la finca de "El Guadalperal",
propiedad del Duque de Peñaranda. Con este motivo, el cura y el vicario
aprovecharon para invitarle a que visitara la localidad. De esta manera cruzaron
el río en barca y visitaron el pueblo. Nos cuenta tío Domingo, como los niños de
la escuela, entre los que se encontraba él, fueron al histórico recibimiento. Se engalanó
todo el pueblo. La visita del Rey fue todo un acontecimiento.
La
forma de economía del pueblo era la agricultura y la ganadería; fundamentalmente
la primera.
Durante
el siglo XIX y hasta el año 1942 aproximadamente, las tierras, entonces de
secano, estaban repartidas de la siguiente manera:
La
mitad de las propiedades eran, en los últimos años, del Duque y, de sus
antepasados, en tiempos anteriores. La otra mitad estaba repartida entre los
vecinos del pueblo. Un grupo de ellos, los más pudientes, compraron el derecho
del Duque en la Dehesa Retuerta. Los denominaban "Los 12 del Dominio
Director". Esta denominación les fue otorgada porque poseían, por una
parte las tierras que les correspondían como vecinos y por otra las tierras compradas
al Duque.
Debido
a la imposibilidad de labrar ellos solos sus propiedades, decidieron distribuirlas
entre los vecinos del pueblo a cambio de un pago, que solía ser en grano,
denominado "El Tributo" y que se ponía en conocimiento del pueblo
mediante pregones en los que además se daban a conocer el lugar y fecha de
entrega.
La
designación de las partas de tierras a cada habitante estaba en función de las
yuntas de animales que poseían. Consistía en lo siguiente: Al que tenía una
yunta de mulos se le designaba una parte. Media parte se entregaba a quien poseía
una yunta de asnos. Un cuartillo era para quien no poseía yunta y al que se
denominaba Bracero.
Esta
forma de distribución de la tierra perduró hasta al año 1942 aproximadamente,
desapareciendo con motivo de la creciente oposición popular, que estaba en
contra del mencionado sistema de reparto.
Los
Doce del Dominio Directo llegaron a un acuerdo con el Instituto Nacional de
Colonización y pasaron las tierras a ser propiedad de éste que las repartió
entre los habitantes de Talaverilla, a bajos precios y según edades y
condiciones familiares. A los mayores de edad, solteros o viudos, se les vendió
un máximo de media parte. A los casados, ya tuvieran hijos o no, se les vendió
una parte.
Este
reparto se realizo, tras el acondicionamiento de la tierra para los cultivos de
regadío y una vez se había montado la red de riegos necesaria. Se instalaron
para ello, 8 o 10 motores en la orilla del río y se convirtió la zona en regable
a iniciativa del Instituto Nacional de Colonización.
Fue así como Talavera la
Vieja se convirtió en una de las primeras poblaciones Cacereñas que se vio
beneficiada por la colonización. Firmadas por El Delegado Nacional de
Sindicatos y, en su nombre, El Jefe Nacional de la Obra Sindical
"Colonización", con fecha 15 de octubre de 1949, se hizo entrega a
los vecinos de las escrituras de propiedad de numerosas parcelas, y se pusieron en riego más de 850 hectáreas en las que los
vecinos empezaron a cultivar algodón, tabaco, patatas y tomates.
Ocho
años después, en enero de 1957, se hizo público
el proyecto de Hidroeléctrica Española e Hidroeléctrica del Tajo de
construir un embalse en el río Tajo, que recibiría el nombre de Valdecañas.
Le
preguntamos a tío Domingo si conocía alguna leyenda relacionada con el pueblo.
Nos contó un hecho acaecido en el año 1936.
"Durante
la guerra, y a causa de la escasez existente de alimentos en el pueblo, el Jefe de la Falange ordenó que el grano almacenado por los Doce del Dominio Directo, en
concepto de tributos, no fuese retirado por nadie del almacén. Al parecer
cuatro personas robaron, una noche, grano almacenado. El jefe de Falange, al
comprobar el robo, puso un bando en el que se ordenaba el fusilamiento de las cuatro
personas implicadas.
Los
falangistas hacían guardia cerca de la casa del padre del jefe Falangista. Este
último acompañaba a los que iban a realizar el relevo. Alguien, conocedor de la
enemistad existente entre padre e hijo, les incitó, al parecer mediante alguna
calumnia, a discutir. Se intercambiaron disparos y cayeron muertos ambos, padre
e hijo.
Se
dice que esto pudo ser una "tapadera" para justificar el asesinato del Jefe de la
Falange, pues, según algunas versiones, durante la trifulca se pudo ver a
alguien que, desde una ventana, efectuaba los disparos. La pretensión sería la de provocar el altercado con el fin de que el fusilamiento de los ladrones del
grano fuera suprimido o - quien sabe - si fue una simple venganza
personal."
La barca
08.- FIESTAS POPULARES: LAS BODAS
Según
el censo de 1920, Talavera la Vieja tenía 1310 vecinos. En los últimos años el
censo oscilaba en torno a los 1000 habitantes, siendo los residentes no más de
800 personas.
Isaac Navas
con chicas del pueblo
Las fiestas en Talaverilla tenían gran arraigo. La religiosa era San Andrés y la fiesta profana, San Agustín.
Una fiesta que se celebraba con gran participación popular eran Los Carnavales. Las mujeres se vestían de guardapieses y con pañuelos de manila. Usaban igualmente, los pañuelos de los 100 colores. Se cantaban numerosas canciones populares y los disfraces eran de los más variados.
La fiesta de San Agustín era la fiesta más popular de Talavera la Vieja. Se
realizaban, además de los quehaceres religiosos, concursos de bailes, entre los
que destacaban los de jotas, tangos y vals.
En
las fiestas se toreaban vaquillas, que eran propiedad de los vecinos y
utilizadas por ellos para la labores agrícolas. Se elegían las mas bravas. El
rato de toreo estaba en función de lo trabajada que estuviera la vaca. La plaza
del pueblo se cerraba con carretas.
Recuerda
tío Domingo, que en 1918 se toreó un toro llamado Lisonjero. Llegó al pueblo
acompañado de unos cabrestos que se arrodillaban a la voz de su amo. Se toreó.
Se mato con una bayoneta y se comió entre los vecinos. Al parecer fue el único toro de verdad
que se llevo al pueblo.
Quizás
uno de los acontecimientos más populares da Talavera la Vieja fueran las bodas.
Javier Carbonero nos cuenta como se desarrollaban
En
las vísperas de las bodas, Los Amayeros y Amayeros, que eran los acompañantes y
amigos del novio y de la novia, respectivamente, cogían los Cirios e iban en
busca de la novia a su casa con el fin de llevarla al baile. Después del baile
se encaminaba todo el grupo, novios y acompañantes, hacia la casa de la novia.
Una vez allí, las mujeres se sentaban dentro de la casa y los hombres se
quedaban en la calle. Se daba el primer convite. Una vez los mozos habían satisfecho
su estómago a base de comer y beber se recorrían el pueblo cantando y bailando;
mientras tanto las mujeres continuaban en la casa de la novia.
Los
hombres no podían entrar donde se encontraban las mujeres. Existían multas, que
se ponían a Los Amayeros en caso de permitir la entrada a algún invitado. Estas
consistían en el pago de alguna ronda de vinos. A las 3 o las 4 de la madrugada
los amigos del novio y éste se iban a cenar juntos. Mientras tanto, las mujeres
cocinaban huevos y magras para el día siguiente.
Se
acostaba el personal, una vez concluidos los correspondientes trabajos, muy diferentes,
por cierto, y se descansaba para emprender una nueva batalla al día siguiente.
Se celebraba la ceremonia religiosa sobre el medio día, pero no sin antes haber
cumplido una serie de requisitos. Estos consistían en lo siguiente: Los
invitados de la novia iban a por el novio a su casa. Los músicos se encontraban
ya con él. Una vez todos juntos, el novio, los padrinos, los amigos y los músicos
se dirigían a la casa de la novia. Desde allí se iba a la ceremonia. Las madres
de los novios no solían ir a la iglesia, los padres sí. Una vez concluida la
ceremonia, los novios y los invitados se iban a comer los huevos, el magro y el
guisado en casa de la novia. Una vez habían comido todos, los novios y la madre
de la novia iban a la casa del novio a
hacer las correspondientes presentaciones.
La
madre del novio salía al portal a recibirlos. Dice la canción "Salga la
madre del novio un poquito más afuera a recibir a su hijo y reconocer a su
nuera". Aquí, en la casa del novio, se realizaba otro convite, éste de dulces.
Había felicitaciones, se repartía un puro y, todo el personal, una vez concluido este
acto, se encaminaba al baile que duraba dos o tres horas. Sobre las 4 de la
tarde, se daban las comidas. Los novios comían en la casa del novio. Los invitados en la casa de la novia. Después de comer se realizaba el cambio de los vestidos -vestido
de por la tarde-
A
la puerta de la casa de la novia se realizaba el baile de la manzana. Para ello,
los novios, padrinos y los padres se sentaban tras una mesa. Enfrente se formaba un círculo con sillas, En éstas se sentaban los invitados. Estos pedían tenedor.
Consistía en pedir un tenedor de cubierto para colocar entre los dientes de éste
el dinero que se iba a entregar a los novios. Con al tenedor en la mano y el
dinero a la vista se bailaba con el invitador. Si el que hacía la entrega era varón
y estaba invitado por el novio, tenía que bailar con el novio, produciéndose de esta
forma el jolgorio correspondiente.
Mientras
se realizaban los bailes, un miembro de la familia, generalmente el más
instruido, relacionaba al dinero entregado y el nombre del donante. Una vez se
realizaba el recuento y finalizados los bailes los invitados iban a la casa de los
padrinos, donde se invitaba de nuevo al personal y se repartían puros y cigarros.
Concluida esta invitación se daba una vuelta al pueblo, cantando y bailando. Después
de nuevo al baile.
Sobre
las 11 o 12 de la noche se cenaba. Los
novios solían escaparse y, como era de esperar, los invitados solían ir tras
ellos.
Una
vez concluía la cena se daba “la Ronda de los Casados" donde se cantaban
canciones de picaresca muy acentuada y no apta para ciertos sectores puritanos.
A este grupo se le abrían las puertas de las casas y se les invitaba. Duraba, esta
ronda, hasta altas horas de la madrugada.
Sobre
las 7 u 8 de la mañana Los Amayeros y Amayeros despertaban al personal y se volvía
a realizar una nueva invitación de
magras y huevos. Este día se denomina Tornaboda. Participa un 60 por ciento de
los invitados. Los Amayeros y Amayeros y el personal presente amarraban con una
soga a los que llegaban tarde. Después eran castigados a pagar los gastos de la
bebida que se consumía.
Al
mediodía se comía, todos juntos. Se cenaba, igualmente, en grupo y, por último,
a bailar de nuevo.
Era
en este último día cuando las borracheras más destacaban.
De
vez en cuando se desnudaba a los borrachos, se les vendaban los ojos para que
oliendo descubrieran quien era cada cual. No faltaba quien bajándose los
pantalones le ofrecía su trasero, para de esta forma, ser identificado, ocasionando
el jolgorio general. Otro motivo de gresca era el encierro que se realizaba en
casa de algún vecino de los novios con el único fin de incordiar a éstos.
Había
bodas que duraban más de tres días y en los que el desenfado, el vino, la
comida, la juerga y las risas eran las notas predominantes.
09.- EVACUACIÓN DEL PUEBLO
En 1963 el pantano inundó el valle y sepultó Talavera la Vieja. Algunos de los
habitantes se resistieron a abandonar el pueblo, lo que provocó actuaciones de
la Guardia Civil; la torre de la iglesia y la parte alta del ayuntamiento
fueron dinamitados y el cementerio sellado con una capa de hormigón.
A
los vecinos de Talavera la Vieja se les dio la posibilidad de trasladarse a los
nuevos pueblos de colonización que se estaban construyendo en
el valle del Tiétar. La mayoría se fue a vivir a Rosalejo. 80 familias lo
hicieron a Tiétar. Otros, sin embargo, prefirieron emigrar a Cataluña, País
Vasco, Madrid, Valencia, Francia e incluso a Argentina.
Fue
una forma muy sencilla de destruir un pueblo. Se construyó un embalse, se indemnizó
a los habitantes y se les envió a vivir a otros lugares.
Todo
muy sencillo. Sin embargo no fue tan fácil para los que tuvieron que sufrir en
su propia carne el duro golpe que significaba
abandonar sus casas, sus fincas, sus muertos en los nichos del cementerio,
sus calles, sus lugares de reunión, su iglesia... fue su resignación lo que les
hizo aceptar la evacuación. Sin embargo, hubo quien se resistió y tuvo que ser
necesario que las aguas llegasen a sus casas para obligarles a abandonar.
Las
indemnizaciones fueron de lo más desiguales. Hubo quien tenía cuatro y se le
dio dos y hubo quien tenía dos y se le dio cuatro.
Generalmente
fueron pocos los que percibieron más de lo que tenían.
Se
vendieron cosas que había comprado todo al pueblo y fue éste precisamente el único
que no vio ni olio los beneficios. Esto, al parecer, fue lo que sucedió con los
motores que regaban las fincas.
El
recuerdo que la gente guarda de su pueblo es grande, lo demuestran a cada momento,
en cada conversación, en la celebración de la fiesta de San Agustín, que
actualmente celebran en Rosalejo y en la que todos los Talaverinos se reúnen para pasarlo lo mejor posible e intentar
borrar el recuerdo de aquellos otros "San Agustines"
Es
raro encontrar una casa de Talaverinos donde no figure una panorámica aérea que
se hizo del pueblo poco antes de ser cubierto por las aguas. Como símbolo, quizás
destaque el que hay en un bar de Rosalejo de aproximadamente dos metros de
largo y más de uno de alto.
Como
muestra de esa añoranza, valga la muestra de algunas poesías compuestas por
Pablo Fernández, residente actualmente en Madrid y natural de Talavera la Vieja,
que vivió el trance final de un pueblo del que, personalmente opino, podríamos
escribir largo y tendido.
Valga
lo escrito como un sincero homenaje a esos hombres y mujeres, de muchos de los
cuales, he tenido el privilegio de ser compañero, vecino y amigo.
Estos son algunos de los Talaverinos que residieron o residen en Tiétar.
(Paginas dedicadas a ellos en mi libro "Tiétar - Cincuenta años de historia.")
10.- POESÍA DE PABLO FERNÁNDEZ
“Paseando
por mi tierra”
En
Talavera la Vieja
cuando
yo me paseaba
por
aquellas calles rectas
tan
bellas y bien trazadas.
Me
iba para el ribero
en
las tardes de verano
desde
allí se dominaba
toda
la cuenca del Tajo.
Me
bajaba por la dehesa
cruzaba
por el recorvo
seguía
para el Sotillo
y
qué delicia era todo.
Cogía
por Viñas Nuevas
hasta
el cerro de Viruelas
desde
allí ya se veían
el
olivar y las huertas.
A
la altura del Castillo
desde
allí se dominaban
los
campos de aquel gran pueblo
que
sus hijos trabajaban.
cogiendo
Gualija arriba
llegabas
hasta Gambute
vaya
viñas y olivares
quién
será el que los disfrute.
Me
venía por el plantío
ya
todo de olivos puesto
amén
de ricas higueras
y
de selectos viñedos.
Me
recreaba en las vegas
mirando
los algodones
de
aquella bendita tierra
que
fueron siempre las mejores.
Ya
todo se ve perdido
para
los hijos de un pueblo
de
tierras fertilizadas
con
el sudor de sus cuerpos.
Pero
todo lo dejamos
para
el bien de la Nación
aunque
en cuenta no lo tenga
pero
sí la tiene Dios.
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