2020-02-15

RECUERDOS DE TALAVERA LA VIEJA (Parte 3ª)


               
                   07.- COSTUMBRES

En Talavera la Vieja no todo eran restos de antiguas construcciones. Existía una forma de vida, unas costumbres, unas leyendas… en definitiva un entorno cultural, que aún hoy son recordados por sus habitantes con gran detalle y precisión.

Ha sido tío Domingo el que, en este sentido, nos ha hecho más aportaciones. Mientras continúa tejiendo su red de pescar nos habla de las costumbres que había en Talavera la Vieja, nos cuenta chismes, visitas, momentos inolvidables…

Relata que en 1921 el rey Alfonso XIII, acompañado por el Duque de Peñaranda, Duque de Alba, las Duquesas y séquito, fueron de cacería a la finca de "El Guadalperal", propiedad del Duque de Peñaranda. Con este motivo, el cura y el vicario aprovecharon para invitarle a que visitara la localidad. De esta manera cruzaron el río en barca y visitaron el pueblo. Nos cuenta tío Domingo, como los niños de la escuela, entre los que se encontraba él, fueron al histórico recibimiento. Se engalanó todo el pueblo. La visita del Rey fue todo un acontecimiento.

La forma de economía del pueblo era la agricultura y la ganadería; fundamentalmente la primera.

Durante el siglo XIX y hasta el año 1942 aproximadamente, las tierras, entonces de secano, estaban repartidas de la siguiente manera:

La mitad de las propiedades eran, en los últimos años, del Duque y, de sus antepasados, en tiempos anteriores. La otra mitad estaba repartida entre los vecinos del pueblo. Un grupo de ellos, los más pudientes, compraron el derecho del Duque en la Dehesa Retuerta. Los denominaban "Los 12 del Dominio Director". Esta denominación les fue otorgada porque poseían, por una parte las tierras que les correspondían como vecinos y por otra las tierras compradas al Duque.

Debido a la imposibilidad de labrar ellos solos sus propiedades, decidieron distribuirlas entre los vecinos del pueblo a cambio de un pago, que solía ser en grano, denominado "El Tributo" y que se ponía en conocimiento del pueblo mediante pregones en los que además se daban a conocer el lugar y fecha de entrega.

La designación de las partas de tierras a cada habitante estaba en función de las yuntas de animales que poseían. Consistía en lo siguiente: Al que tenía una yunta de mulos se le designaba una parte. Media parte se entregaba a quien poseía una yunta de asnos. Un cuartillo era para quien no poseía yunta y al que se denominaba Bracero.

Esta forma de distribución de la tierra perduró hasta al año 1942 aproximadamente, desapareciendo con motivo de la creciente oposición popular, que estaba en contra del mencionado sistema de reparto.

Los Doce del Dominio Directo llegaron a un acuerdo con el Instituto Nacional de Colonización y pasaron las tierras a ser propiedad de éste que las repartió entre los habitantes de Talaverilla, a bajos precios y según edades y condiciones familiares. A los mayores de edad, solteros o viudos, se les vendió un máximo de media parte. A los casados, ya tuvieran hijos o no, se les vendió una parte.

Este reparto se realizo, tras el acondicionamiento de la tierra para los cultivos de regadío y una vez se había montado la red de riegos necesaria. Se instalaron para ello, 8 o 10 motores en la orilla del río y se convirtió la zona en regable a iniciativa del Instituto Nacional de Colonización.

                    Fue así como Talavera la Vieja se convirtió en una de las primeras poblaciones Cacereñas que se vio beneficiada por la colonización. Firmadas por El Delegado Nacional de Sindicatos y, en su nombre, El Jefe Nacional de la Obra Sindical "Colonización", con fecha 15 de octubre de 1949, se hizo entrega a los vecinos de las escrituras de propiedad de numerosas parcelas, y se pusieron en riego más de 850 hectáreas en las que los vecinos empezaron a cultivar algodón, tabaco, patatas y tomates.
                    
                                             

 Fotografía que refleja el momento que se entregaron los títulos de propiedad de las parcelas a los vecinos de Talaverilla (15-10-1949)

Ocho años después, en enero de 1957, se hizo público  el proyecto de Hidroeléctrica Española e Hidroeléctrica del Tajo de construir un embalse en el río Tajo, que recibiría el nombre de Valdecañas.

Le preguntamos a tío Domingo si conocía alguna leyenda relacionada con el pueblo. Nos contó un hecho acaecido en el año 1936.

"Durante la guerra, y a causa de la escasez existente de alimentos en el pueblo, el Jefe de la Falange ordenó que el grano almacenado por los Doce del Dominio Directo, en concepto de tributos, no fuese retirado por nadie del almacén. Al parecer cuatro personas robaron, una noche, grano almacenado. El jefe de Falange, al comprobar el robo, puso un bando en el que se ordenaba el fusilamiento de las cuatro personas implicadas.

Los falangistas hacían guardia cerca de la casa del padre del jefe Falangista. Este último acompañaba a los que iban a realizar el relevo. Alguien, conocedor de la enemistad existente entre padre e hijo, les incitó, al parecer mediante alguna calumnia, a discutir. Se intercambiaron disparos y cayeron muertos ambos, padre e hijo.

Se dice que esto pudo ser una "tapadera" para justificar el asesinato del Jefe de la Falange, pues, según algunas versiones, durante la trifulca se pudo ver a alguien que, desde una ventana, efectuaba los disparos. La pretensión sería la de provocar el altercado con el fin de que el fusilamiento de los ladrones del grano fuera suprimido o - quien sabe - si fue una simple venganza personal."

                             

                                                                             La barca


                                            
                                                              08.- FIESTAS POPULARES: LAS BODAS

Según el censo de 1920, Talavera la Vieja tenía 1310 vecinos. En los últimos años el censo oscilaba en torno a los 1000 habitantes, siendo los residentes no más de 800 personas.

   

                                                                   Familia Navas         

     
                                                    

                                                  Isaac Navas con chicas del pueblo

Las fiestas en Talaverilla tenían gran arraigo. La religiosa era San Andrés y la fiesta profana, San Agustín.

Una fiesta que se celebraba con gran participación popular eran Los Carnavales. Las mujeres se vestían de guardapieses y con pañuelos de manila. Usaban igualmente, los pañuelos de los 100 colores. Se cantaban numerosas canciones populares y los disfraces eran de los más variados.


                                                     Severa Raso, su hija Isabel Raso y Macaria Jimenez


La fiesta de San Agustín era la fiesta más popular de Talavera la Vieja. Se realizaban, además de los quehaceres religiosos, concursos de bailes, entre los que destacaban los de jotas, tangos y vals.

En las fiestas se toreaban vaquillas, que eran propiedad de los vecinos y utilizadas por ellos para la labores agrícolas. Se elegían las mas bravas. El rato de toreo estaba en función de lo trabajada que estuviera la vaca. La plaza del pueblo se cerraba con carretas.

Recuerda tío Domingo, que en 1918 se toreó un toro llamado Lisonjero. Llegó al pueblo acompañado de unos cabrestos que se arrodillaban a la voz de su amo. Se toreó. Se mato con una bayoneta y se comió entre  los vecinos. Al parecer fue el único toro de verdad que se llevo al pueblo.

Quizás uno de los acontecimientos más populares da Talavera la Vieja fueran las bodas. Javier Carbonero nos cuenta como se desarrollaban

En las vísperas de las bodas, Los Amayeros y Amayeros, que eran los acompañantes y amigos del novio y de la novia, respectivamente, cogían los Cirios e iban en busca de la novia a su casa con el fin de llevarla al baile. Después del baile se encaminaba todo el grupo, novios y acompañantes, hacia la casa de la novia. Una vez allí, las mujeres se sentaban dentro de la casa y los hombres se quedaban en la calle. Se daba el primer convite. Una vez los mozos habían satisfecho su estómago a base de comer y beber se recorrían el pueblo cantando y bailando; mientras tanto las mujeres continuaban en la casa de la novia.

Los hombres no podían entrar donde se encontraban las mujeres. Existían multas, que se ponían a Los Amayeros en caso de permitir la entrada a algún invitado. Estas consistían en el pago de alguna ronda de vinos. A las 3 o las 4 de la madrugada los amigos del novio y éste se iban a cenar juntos. Mientras tanto, las mujeres cocinaban huevos y magras para el día siguiente.

Se acostaba el personal, una vez concluidos los correspondientes trabajos, muy diferentes, por cierto, y se descansaba para emprender una nueva batalla al día siguiente. Se celebraba la ceremonia religiosa sobre el medio día, pero no sin antes haber cumplido una serie de requisitos. Estos consistían en lo siguiente: Los invitados de la novia iban a por el novio a su casa. Los músicos se encontraban ya con él. Una vez todos juntos, el novio, los padrinos, los amigos y los músicos se dirigían a la casa de la novia. Desde allí se iba a la ceremonia. Las madres de los novios no solían ir a la iglesia, los padres sí. Una vez concluida la ceremonia, los novios y los invitados se iban a comer los huevos, el magro y el guisado en casa de la novia. Una vez habían comido todos, los novios y la madre de la novia  iban a la casa del novio a hacer las correspondientes presentaciones.

La madre del novio salía al portal a recibirlos. Dice la canción "Salga la madre del novio un poquito más afuera a recibir a su hijo y reconocer a su nuera". Aquí, en la casa del novio, se realizaba otro convite, éste de dulces. Había felicitaciones, se repartía un puro y, todo el personal, una vez concluido este acto, se encaminaba al baile que duraba dos o tres horas. Sobre las 4 de la tarde, se daban las comidas. Los novios comían en la casa del novio. Los invitados en la casa de la novia. Después de comer se realizaba el cambio de los vestidos -vestido de por la tarde-

A la puerta de la casa de la novia se realizaba el baile de la manzana. Para ello, los novios, padrinos y los padres se sentaban tras una mesa. Enfrente se formaba un círculo con sillas, En éstas se sentaban los invitados. Estos pedían tenedor. Consistía en pedir un tenedor de cubierto para colocar entre los dientes de éste el dinero que se iba a entregar a los novios. Con al tenedor en la mano y el dinero a la vista se bailaba con el invitador. Si el que hacía la entrega era varón y estaba invitado por el novio, tenía que bailar con el novio, produciéndose de esta forma el jolgorio correspondiente.

Mientras se realizaban los bailes, un miembro de la familia, generalmente el más instruido, relacionaba al dinero entregado y el nombre del donante. Una vez se realizaba el recuento y finalizados los bailes los invitados iban a la casa de los padrinos, donde se invitaba de nuevo al personal y se repartían puros y cigarros. Concluida esta invitación se daba una vuelta al pueblo, cantando y bailando. Después de nuevo al baile.

Sobre las  11 o 12 de la noche se cenaba. Los novios solían escaparse y, como era de esperar, los invitados solían ir tras ellos.

Una vez concluía la cena se daba “la Ronda de los Casados" donde se cantaban canciones de picaresca muy acentuada y no apta para ciertos sectores puritanos. A este grupo se le abrían las puertas de las casas y se les invitaba. Duraba, esta ronda, hasta altas horas de la madrugada.

Sobre las 7 u 8 de la mañana Los Amayeros y Amayeros despertaban al personal y se volvía  a realizar una nueva invitación de magras y huevos. Este día se denomina Tornaboda. Participa un 60 por ciento de los invitados. Los Amayeros y Amayeros y el personal presente amarraban con una soga a los que llegaban tarde. Después eran castigados a pagar los gastos de la bebida que se consumía.

Al mediodía se comía, todos juntos. Se cenaba, igualmente, en grupo y, por último, a bailar de nuevo.

Era en este último día cuando las borracheras más destacaban.

De vez en cuando se desnudaba a los borrachos, se les vendaban los ojos para que oliendo descubrieran quien era cada cual. No faltaba quien bajándose los pantalones le ofrecía su trasero, para de esta forma, ser identificado, ocasionando el jolgorio general. Otro motivo de gresca era el encierro que se realizaba en casa de algún vecino de  los novios con el único fin de incordiar a éstos.

Había bodas que duraban más de tres días y en los que el desenfado, el vino, la comida, la juerga y las risas eran las notas predominantes.


        09.- EVACUACIÓN  DEL PUEBLO

       En 1963 el pantano inundó el valle y sepultó Talavera la Vieja. Algunos de los habitantes se resistieron a abandonar el pueblo, lo que provocó actuaciones de la Guardia Civil; la torre de la iglesia y la parte alta del ayuntamiento fueron dinamitados y el cementerio sellado con una capa de hormigón.

       A los vecinos de Talavera la Vieja se les dio la posibilidad de trasladarse a los nuevos   pueblos de  colonización que se estaban construyendo en el valle del Tiétar. La mayoría se fue a vivir a Rosalejo. 80 familias lo hicieron a Tiétar. Otros, sin embargo, prefirieron emigrar a Cataluña, País Vasco, Madrid, Valencia, Francia e incluso a Argentina.

Fue una forma muy sencilla de destruir un pueblo. Se construyó un embalse, se indemnizó a los habitantes y se les envió a vivir a otros lugares.

Todo muy sencillo. Sin embargo no fue tan fácil para los que tuvieron que sufrir en su propia carne el duro golpe que significaba  abandonar sus casas, sus fincas, sus muertos en los nichos del cementerio, sus calles, sus lugares de reunión, su iglesia... fue su resignación lo que les hizo aceptar la evacuación. Sin embargo, hubo quien se resistió y tuvo que ser necesario que las aguas llegasen a sus casas para obligarles a abandonar.

Las indemnizaciones fueron de lo más desiguales. Hubo quien tenía cuatro y se le dio dos y hubo quien tenía dos y se le dio cuatro.

Generalmente fueron pocos los que percibieron más de lo que tenían.

Se vendieron cosas que había comprado todo al pueblo y fue éste precisamente el único que no vio ni olio los beneficios. Esto, al parecer, fue lo que sucedió con los motores que regaban las fincas.

El recuerdo que la gente guarda de su pueblo es grande, lo demuestran a cada momento, en cada conversación, en la celebración de la fiesta de San Agustín, que actualmente celebran en Rosalejo y en la que todos los Talaverinos se reúnen  para pasarlo lo mejor posible e intentar borrar el recuerdo de aquellos otros "San Agustines"

Es raro encontrar una casa de Talaverinos donde no figure una panorámica aérea que se hizo del pueblo poco antes de ser cubierto por las aguas. Como símbolo, quizás destaque el que hay en un bar de Rosalejo de aproximadamente dos metros de largo y más de uno de alto.

Como muestra de esa añoranza, valga la muestra de algunas poesías compuestas por Pablo Fernández, residente actualmente en Madrid y natural de Talavera la Vieja, que vivió el trance final de un pueblo del que, personalmente opino, podríamos escribir largo y tendido.

Valga lo escrito como un sincero homenaje a esos hombres y mujeres, de muchos de los cuales, he tenido el privilegio de ser compañero, vecino y amigo.


                       Estos son algunos de los Talaverinos que  residieron o residen en Tiétar.
                     (Paginas  dedicadas a ellos en mi libro "Tiétar - Cincuenta años de historia.")      





        










           

                                    10.- POESÍA DE PABLO FERNÁNDEZ

                                             “Paseando por mi tierra”

En Talavera la Vieja
cuando yo me paseaba
por aquellas calles rectas
tan bellas y bien trazadas.

Me iba para el ribero
en las tardes de verano
desde allí se dominaba
toda la cuenca del Tajo.

Me bajaba por la dehesa
cruzaba por el recorvo
seguía para el Sotillo
y qué delicia era todo.

Cogía por Viñas Nuevas
hasta el cerro de Viruelas
desde allí ya se veían
el olivar y las huertas.

A la altura del Castillo
desde allí se dominaban
los campos de aquel gran pueblo
que sus hijos trabajaban.

cogiendo Gualija arriba
llegabas hasta Gambute
vaya viñas y olivares
quién será el que los disfrute.

Me venía por el plantío
ya todo de olivos puesto
amén de ricas higueras
y de selectos viñedos.

Me recreaba en las vegas
mirando los algodones
de aquella bendita tierra
que fueron siempre las mejores.

Ya todo se ve perdido
para los hijos de un pueblo
de tierras fertilizadas
con el sudor de sus cuerpos.

Pero todo lo dejamos
para el bien de la Nación
aunque en cuenta no lo tenga
pero sí la tiene Dios.

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