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| En los semilleros |
En 1983 la casa Sony desarrolló y comercializó la primera cámara de vídeo del mundo: La Betamovie en formato Betamax. Este modelo de cámara sólo grababa. No reproducía.
Dos años despues, en 1985, la empresa JVC sacó cámaras de vídeo en el formato VHS. Comenzaba así la popularización de estas cámaras, tal y como las conocemos hoy.
Sin embargo, antes de 1982, cuando el vídeo era cosa solo de los profesionales de los medios de comunicación, los aficionados al cine teníamos que hacer las películas en pequeños formatos de 8 mm. o, de 16 mm., los más pudientes.
Las cintas de 8 mm. tenían una duración aproximada de 2 o 3 minutos y su coste era de unas 2.000 o 3.000 pesetas. Era una afición cara, ya que para hacer una película de 10 a 12 minutos, tenías que realizar un desembolso de unas 25.000 pts. lo que no era poco en aquella época.
Una vez rodada la película se enviaba a la casa, -habitualmente Kodad-, para su correspondiente revelado. ¡Qué incertidumbre! ¿Habría quedado bien? La espera era de una semana o más. ¡Qué larga se hacía! Por fin llegaba la película, se proyectaba y se comprobaba lo que se podía aprovechar que normalmente era poco. Si se salvaba la mitad de la película te podías dar por contento. A continuación se procedía a montar la misma de forma artesanal. Se cortaba la cinta, se tiraba lo que no servía y se pegaban las partes restantes en el orden que considerabas más adecuado.
De esta forma realicé en 1982, en Tiétar, este modesto documental sobre el cultivo del tabaco. Digitalizado no hace mucho, en él se recogen todas y cada una de las diferentes labores comprendidas entre la plantación de los semilleros y la preparación de un fardo para su posterior entrega en el Centro de Transformación.
Tiene el encanto de lo artesanal y antiguo. En dicha película pueden verse algunos vecinos y amigos de nuestro pueblo con treinta años menos. El inconveniente: La baja calidad de la imagen. A pesar de todo son diez minutos de recuerdos.
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